El espacio urbano que ocupa el Aeródromo La Carlota representa una gran oportunidad para la Caracas del mañana. Encontrándose ubicado en una zona de alto riesgo durante eventos naturales (deslaves, crecidas de ríos y quebradas, y sismos), supone una problemática a tomar en cuenta.

Se comprende el terreno como un ensanche -o alivio- para el boulevard verde que existirá a lo largo del Guaire, formado por la retracción de la ciudad en ese punto –creando el vacío- producto del límite impuesto por la infraestructura vial establecida.

    El proyecto toma como tema el agua y su relación con el terreno para dar forma a un espacio del cual la ciudad se nutra en su día a día, y que llegado el momento de verse comprometido por alguna crecida pueda contener los volúmenes de agua que allí convergen, a través de terrazas que permitan manejar los niveles de agua por medio de esclusas (a modo de dique) ubicadas estratégicamente: en la pasarela verde del Parque del Este y en el distribuidor Los Ruices.​

    La implantación parte de crear y modificar la infraestructura vial, realizando las conexiones norte-sur necesarias que hoy en día no existen. Tomando esto como punto de partida, queda sectorizada la totalidad del espacio en tres grandes zonas, permitiendo dar distintas respuestas en base a los requerimientos de cada una.

    Comprendiéndose la zona oeste como la más comunicada con la ciudad, a la vez que la zona este como la más baja, se decide desarrollar el lago hacia allí, puesto que supone más volumen de contención, resultando como intersticio entre ambos polos (oeste: tierra y este: agua), la zona central como un matrimonio físico entre ellos.

    El resultado formal de la propuesta se obtiene entre la figura orgánica racionalizada del agua, y las figuras puras de la propuesta arquitectónica, eligiendo como forma tipológica la circunferencia, que al carecer de vértices y gozar de la arista continua, facilita la relación de las partes.